Yo ya tengo una edad
Hemos vivido mucho tiempo solos. / La casa es pequeña, / nos costará aprender a movernos sin molestarnos / pero eso será parte del camino de vuelta.
(Pablo Fidalgo Lareo, Mis padres: Romeo y Julieta, Pre-Textos, 2013)
Empiezo a observar cierta tendencia en los compañeros de generación, una obsesión que imagino que llega siempre alrededor de cierta edad, como un clic que se activa en tu cabeza y te hacer querer una casa, un trabajo, una familia. Algunos dirán que es cosa de la sociedad occidental, las feministas con pechos al aire quizá echen la culpa al heteropatriarcado pero creo que es algo mucho primario e instintivo que todo eso.
Yo ya tengo una edad, ¿sabes? Y el cuerpo me pide ciertas cosas, me cuenta P. mientras muestra una media sonrisa y da un trago a la cerveza que nos acaban de servir. La necesidad de la independencia y huir fuera de lazos familiares no me es ajena, entiendo a la perfección el deseo de construir tu propia vida fuera del entorno donde te has criado, lejos de la habitación donde pusiste aquel póster que ya está un poco amarillento y tiene las esquinas permanentemente levantadas.
Últimamente pienso mucho en todo esto, quizá como respuesta primaria a andar de nuevo en la universidad rodeado de gente 4 o 5 años menor que yo. Yo ya no soy ellos y las incipientes entradas y las largas resacas en el día después de no dejan de recordármelo.
E. y B han tenido un hijo hoy. Y tú y yo ya tenemos una edad para seguir bebiendo cervezas y hacer como si nada.
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