yo (también) siempre regreso
Nadie nos ha enseñado a besar, y es lo único que hasta el final buscamos. Salgo a que mi soledad complete la ciudad desierta, ni recuerdo el bullicio, su intención era esto, abrirme un hueco [la rosa no recuerda que ayer era rosa, por eso se abre cada amanecer con mudanza bella]. Los muertos no mueren en ellos, me digo, sino en nosotros, ellos ya flotan para siempre en la orilla, ciegos de todo, con el traje reventado cabecean contra las rocas, contra la suma de lo perdido; y no hay más. También nosotros besamos siempre la piel invisible de lo que vemos; y tampoco hay más.
(yo siempre regreso a los pezones y al punto 7 del tratactus, Agustín Fernández Mallo)
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