Mercadona

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Este miércoles han abierto un Mercadona al final del largo camino donde vivo. El local llevaba en obras desde verano y desde hacía un par de semanas una pancarta enorme ponía MIÉRCOLES 23, INAUGURACIÓN. Y la gran cantidad de  jubilados concentrados en ese tramo de la ciudad me lo confirmó.

En el barrio donde vivo hay dos tiendas de barrio, «la Nati» y «la Yoli». Y todo el mundo compra el pan donde la Nati. Yo he entrado una vez en los cinco años que llevo viviendo aquí. No me gusta ver los cajones de fruta en la calle, ni el poco espacio que hay dentro de la tienda, ni el trato personal (que llevará a frases típicas como –¿Y ya has acabado la carrera? Que deberían ser contestadas con un cortante -Señora, si estoy aquí y le compro el pan a usted en lugar de los chinos de Moncloa, es que aún no).

Cerca de donde vivo está también el Carrefour. Aunque me parece demasiado caro e intento evitar comprar allí. Poco a poco Carrefour va dejando de ser Pryca en mi mente (¿acaso alguno se acuerda ya?). Igual pasaba con el Euro, todos creíamos que íbamos a pensar en pesetas el resto de nuestras vidas y míranos ahora. No, mejor no penséis en cuánto es en pesetas el precio de un café con leche o de un brugal cola. No merece la pena.

A minuto y medio de la casa de mis padres también hay una tienda de barrio, supongo que como sucede en todas las casas del mundo. Recuerdo entrar con vergüenza cuando tenía 11 años a comprar algo, el pan supongo. Hace 10 años que no entro allí, probablemente. Mi madre hace 5 años que no lo hace.

Un día le pregunté que por qué ya no iba a comprar allí, ya que siempre íbamos de pequeños y allí era donde nos comprábamos la bolsa de Matutano o el paquete de chicles de fresa. Mi madre me miró y dijo ya no voy allí. ¿Por qué? Y ella me contó que un día entró a comprar y después de estar llamando un par de veces a Félix, el dueño de la tienda, él salió a atenderle únicamente con el delantal puesto. Sí, en mi mente es el inicio de una película porno con mi madre como protagonista. Él se disculpó y mi madre no le dio demasiada importancia. Semanas después volvió a entrar y después de unos segundos sin que nadie saliera a atender otra vez apareció el delantal asomándose detrás de la trastienda.

Según mi madre está enfermo, tiene algún problema, es un exhibicionista. Algunas vecinas del barrio le han contado que no es a la primera a la que se lo hace. Supongo que es por eso del trato más personal y lo de marcar la diferencia con los hipermercados del barrio. De vez en cuando paso por allí y le veo en la puerta de la tienda, pitillo en mano y con el delantal puesto. Y agradezco infinitamente la sonrisa de plástico de las cajeras del Mercadona.

26. noviembre 2009 por José Luis Merino
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