Memoria, escritura, Internet
Escribía Pjorge a raíz de su 46 cumpleaños una lúcida entrada en su blog en la que reflexionaba acerca del paso del tiempo y también sobre la memoria y del uso que hace(mos) hoy de Internet como una suerte de «memoria expandida»:
Por lo demás, no es que me note menos capaz. Por suerte, internet ha ido ganando penetración a medida que mi memoria ha ido fallando. Ahora es posible que tarde en recordar algo, pero es fácil buscarlo. De hecho, una de mis experiencias recientes más desconcertantes fue encontrarme en situación de no poder usar el móvil para conectarme. Paseaba por una ciudad extranjera, veía algo interesante y no podía hacer nada por descubrir qué era aquello.
De vez en cuando salta la noticia del daño que está haciendo Internet a nuestro cerebro, en lo mucho que nos cuesta ahora concentrarnos y prestar atención a textos largos y elaborados ya que estamos siempre acostumbrados a hacer clic clic clic y pasar de un vínculo a otro, de una página a otra, de una pestaña a otra, del móvil al ordenador o a la conversación que tenemos con el interlocutor de enfrente (sí, ese que frunce el ceño cada vez que consultamos compulsivamente la última notificación que recibimos en nuestro smartphone).
Al hilo de Internet como soporte de nuestra memoria, de esa vasta memoria colectiva que es la Red, creo pertinente traer a colación el mito de Theuth y Thamos que Platón recoge (o más bien inventa) al final de su Fedro (274c ss.):
Pues bien, oí decir que vivió en Egipto, en los alrededores de Naucratis, uno de los antiguos dioses del país a quien le está consagrado el pájaro que llaman Ibis. Su nombre es Theuth y fue el primero en descubrir no sólo el número y el cálculo, sino la geometría y la astronomía, el juego de damas y los dados y también las letras. Reinaba entonces en todo Egipto Thamus, que vivía en esa gran ciudad del alto país al que llaman los griegos la Tebas egipcia (…). Theuth fue a verle y, mostrándole sus artes, le dijo que debían ser entregadas al resto de los egipcios. Preguntóle entonces Thamus cuáles eran las ventajas que tenía cada una y, según se las iba exponiendo aquél, reprobaba o alababa lo que en la exposición le parecía que estaba mal o bien (…). Pero una vez que hubo llegado a la escritura, dijo Theuth: Este conocimiento, oh rey, hará más sabios a los egipcios y aumentará su memoria. Pues se ha inventado como un remedio de la sabiduría y de la memoria. Y aquél replicó: Oh Theuth, excelso inventor de las artes, unos son capaces de dar el ser a los inventos del arte y otros de discernir en qué medida son ventajosos o perjudiciales para quienes van a hacer uso de ellos. Y ahora tú, como padre que eres de las letras, dijiste por cariño a ellas el efecto contrario al que producen. Pues este invento dará origen en las almas de quienes lo aprendan al olvido, por descuido del cultivo de la memoria, ya que los hombres, por culpa de su confianza en la escritura, serán traídos al recuerdo desde fuera, por unos caracteres ajenos a ellos, no desde dentro, por su propio esfuerzo. Así que, no es un remedio para la memoria, sino para suscitar el recuerdo lo que es tu invento. Apariencia de sabiduría y no sabiduría verdadera procuras a tus discípulos. Pues habiendo oído hablar de muchas cosas sin instrucción, darán la impresión de conocer muchas cosas, a pesar de ser en su mayoría unos perfectos ignorantes; y serán fastidiosos de tratar al haberse convertido, en vez de sabios, en hombres con la presunción de serlo.
(Platón, Fedro, 274c – 275b. Traducción de L. Gil. en «Literatura y crítica filosófica» de Emilio Lledó, pág.23 en Hermenéutica de José Domínguez Caparrós (ed.), Madrid, Arco/Libros, 1997)
Para Platón todo lo que no brota de nuestro interior no es «sabiduría verdadera» sino una «apariencia de sabiduría». Para él la palabra hablada está por encima de la palabra escrita, ya que las palabras escritas «expresan tan sólo una cosa que siempre es la misma».
Aunque pueda parecer chocante esta crítica a la escritura, no lo sería si hiciéramos como mero ejercicio la sustitución de ‘escritura’ por ‘Internet’ y de ‘palabras’ por ‘páginas web’. La crítica de la escritura y de Internet viene a ser prácticamente idéntica, veinticinco siglos después.
Otro punto de vista mucho más interesante es intentar entender la problemática que aparece cuando todo el conocimiento de lo sucedido esté en la red. Sobre este tema Viktor Mayer-Schönberger expresa sus dudas sobre el no-olvido en la era digital:
Durante milenios, los seres humanos han vivido en un mundo de olvido. La conducta individual, los mecanismos y procesos sociales y los valores humanos han incorporado y reflejado este hecho. Sería ingenuo pensar que dejar atrás esta parte fundamental de la naturaleza humana con la ayuda de la digitalización y la tecnología será un asunto indoloro. Hay numerosas maneras en que los seres humanos se ajustan rápidamente a diferentes condiciones ambientales, pero los trazos fundamentales de la conducta humana tardan varias generaciones en ser alterados o reemplazados. Incluso si somos capaces de hacer frente a este nuevo mundo de recuerdo automático y pasar por una fase de ajuste doloroso, ¿lo veríamos como un avance importante o más bien como una terrible maldición?
El no-olvido está últimamente de actualidad en todos los medios ya que a finales de junio la Unión Europea ha dado la razón a Google sobre el no derecho al olvido. El buscador indexa todo, lo bueno y lo malo y en poco más de 15 años Google ha pasado de ser un mero intermediario para la búsqueda de cierta información a la puerta a Internet. A día de hoy, sin la página de inicio de Google, la mayoría de usuarios a Internet no sabrían cómo dar el siguiente paso.
Si, al contrario que Platón, ahora vemos la escritura como uno de los inventos más importantes de la historia de la humanidad (junto con el fuego, la rueda y la agricultura) quizá también aquellos que nos sobrevivan vean con perspectiva que este acceso total a la memoria colectiva que es Internet está cambiando ya ahora nuestras vidas y nuestro futuro como especie ¿para mejor?
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