E.T.
Lo que ha pasado ayer con el descubrimiento de los videojuegos enterrados de E.T. de Atari supone el descubrimiento del primer yacimiento arqueológico del mundo de los videojuegos. El juego en sí es horrible (de ahí que lo enterraran), y este descubrimiento no va a rescatarnos un juego maravilloso y perdido, pero lo interesante es que la historia se había convertido en un mito (ya que, por muy malo que fuera, hubiera sido más fácil destruir las copias que enterrarlas) y acabamos de descubrir 30 años después que efectivamente se enterraron en el desierto.
Toda esta historia me la estoy imaginando como una de las escenas iniciales de Parque Jurásico, aquella en la que los doctores Alan Grant y Ellie Sattler están desenterrando dinosaurios en el desierto y un niño gordo y escéptico los mira y les dice que a él no le dan miedo los velociraptores. Aquí los niños gordos y escépticos están sentados con sus smartphones o con sus ordenadores, leen la noticia y se preguntan qué es E.T., qué es Atari y no acaban de entender muy bien por qué hay que excavar y desenterrar unos videojuegos si con dos clics ellos se los pueden bajar de la nube.