Años de instituto

Instituto

Él va por el pasillo, el timbre aún tardará unos minutos en sonar.

Los chicos van de un lado a otro, con el chicle en la boca y mochilas colgadas de un hombro; ellas se retocan en sus taquillas o cuchichean sobre qué le pasó a esa chica que hoy no cuchichea ni se retoca y es que la otra noche la pillaron sus padres con un jugador del equipo de fútbol en su habitación, de rodillas. Y en su familia no son cristianos practicantes.

Ella se mira en el espejo y se quita la goma roja que aprisiona su largo cabello negro. Su amiga le anima, le dice que está muy guapa hoy, que nadie sospecha nada, que todo va a ir bien. Ella se mira en el espejo y se cepilla el pelo sin mucho cuidado, rápido. El dolor a veces mitiga el dolor.

Él bromea con los chicos del club de ciencias, saluda a su vecina que tiene dos años más que él y que gasta tres tallas de sujetador más que las de su clase y continúa en dirección al aula de música.

Las chicas terminan de retocarse y llenan sus carpetas decoradas con fotos de chicos de revista con folios en blanco; algunos chicos salen del baño mientras se meten un chicle en la boca y guardan el encendedor en el bolsillo de atrás.

Ellas van en la dirección contraria al de la mayoría de la gente, a ella siempre le ha gustado sentirse un poco diferente, aunque en días como ese preferiría aunque fuera por una vez ir en la misma dirección que todo el mundo. Seguir al rebaño camino al precipicio.

El instituto se detiene. El murmullo de las chicas se apagan y las voces de los chicos se acallan. Sus miradas se cruzan y pronto sus cuerpos lo harán también. Él en dirección a la clase de música, ella camino de matemáticas 103. Todo va como a cámara lenta, al igual que en esas películas que echan en la sobremesa. Sus miradas se cruzan.

Él se para frente a ella y le pregunta que si ya está bien, que está muy guapa hoy, que echaba de menos encontrarse con ella por el pasillo. Ella se para frente a él y responde con una sonrisa forzada a sus preguntas, le dice que está bien, que sólo era una gripe mal curada, nada más. Él se despide con un beso en la mejilla y le dice que un día de estos podrían volver a salir, que se lo pasó muy bien aquella noche y que ha pasado casi un mes desde aquel viernes. Ella le dice que está muy ocupada con los exámenes, que no tiene tiempo, que tal vez más adelante.

Las amigas se alejan por el pasillo y el mundo vuelve a la normalidad. Ella le dice que es mejor que él no sepa nada, que prefiere que nadie se entere, que su madre le ha prohibido hablar del tema. La amiga le dice que su madre tiene razón, que es mejor ocultar estas cosas, que no vaya a ser que los chicos del instituto piensen que es una chica fácil. Ella suspira, echa un último vistazo al pasillo antes de entrar en clase de matemáticas 103 y piensa que ojalá todo fuera tan sencillo como ir de una clase a otro atravesando un simple pasillo.


Nota: La fotografía original se llama Ausencias | Absences y es de Empecer de Cero.

31. agosto 2008 por José Luis Merino
Categorías: General, Literatura, Mis escritos, Narrativa | Etiquetas: , , | 3s comentarios

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