Sueño

Recordé todas las chicas que había conocido, con las que me había acostado y las que solo había deseado. Pensé que eran como muñecas rusas. Te pasas la vida jugando a eso: te mueres por saber cuál será la última, la más diminuta, oculta dentro detodas las demás. No la puedes tener directamente, debes evolucionar, hay que ir abriéndolas, una tras otra, preguntándote cada una de las veces si será la última.

(Les Poupées Russes)

 

 

Ella duerme. Respira fuerte pero ya te has acostumbrado a esa silbido nocturno y continuo. Lo conoces tan bien que si prestas un poco de atención podrías decir en qué fase del sueño se encuentra, si se despertará si te giras o si decides agarrar la botella de agua que hay a unos pocos centímetros. Ella duerme pero la luz entra a través de las rendijas que se cuelan por la persiana que no está completamente cerrada. Tú antes odiabas dormir con una persiana que no estuviera herméticamente sellada y unas cortinas tupidas encargándose del resto. Ahora no hay cortinas y la luz te deja ver su perfil cada mañana. Pasas minutos y minutos observando, entornando los ojos para ver las pequeñas arrugas y pecas de su rostro, memorizando cada curva, cada detalle.

Ella duerme y te gustaría que también pudiera ver lo que tú ves, despertarla de alguna forma para que viera contigo su cuerpo dormido bajo la tenue luz de la mañana y entendiera por qué no puedes hoy ir a trabajar, por qué llamarás a tu jefe y le dirás con voz ronca y un par de carraspeos que te encuentras mal, que apenas has pegado ojo esta noche a causa de la fiebre y que esperas estar mejor para mañana, pero que no se preocupe, que intentarás trabajar desde casa. Ella se enfadará cuando el olor del café recién hecho y las tostadas con mermelada St. Dalfour de arándanos silvestres y mantequilla la despierten. Y mientras preparas el desayuno (unos instantes antes de que ella aparezca con una de tus camisetas y un viejo jersey tres tallas más grandes y las piernas al aire) pensarás en que tú antes solo comías tostadas con margarina y mermelada de fresa baja en calorías.

Ella duerme otra vez. Le gusta quedarse dormida en el sofá viendo alguna película los días que no tiene que ir a trabajar. Ella ha cogido la costumbre de poner sus pies sobre tus rodillas y robarte la manta verde pistacho que compraste para un picnic que nunca llegaste a hacer y quedarse dormida a ratos, mientras tú prestas poca atención a la película y acaricias levemente debajo de la manta sus suaves piernas. Ella se despertará cuando la película haya terminado e insistirá en que le cuentes el final feliz mientras se estira y hace esos ruiditos extraños cuando su cuerpo se dobla.

Tú duermes y no lo sabes pero ella sale de la habitación sin hacer ruido, merienda y vuelve a la cama y te observa roncar y tu perfil a través de la luz de la tarde que se filtra por las rendijas de la persiana mal cerrada. Es mayo pero aún hace frío y ella se mete en la cama y te abraza por la espalda y coloca su cabeza muy cerca de la tuya mientras alza el nórdico para que no tengas frío.

Ambos dormís y la ciudad está viva al margen de lo que sucede en esa cama, en esa habitación. Todos los periódicos hablan de importantes cambios en la política económica del país, de un cambio de rumbo en el país vecino, de complicadas revueltas en oriente medio, de lo mal que le fue al equipo local en el partido de anoche. Arriba se ha mudado una nueva pareja, la señora mayor del piso de al lado sufrió mientras dormíais un infarto y la compañía de la luz ha cobrado 83,41€ de la cuenta del banco. Pero nada os despierta.

21. mayo 2012 por José Luis Merino
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