Home is Nowhere

Hay un sofá azul en el salón del piso donde vivo y una manta blanca lo cubre para que el gato negro no acabe con él. Un día los recogieron de la calle. Al gato y al sofá. Y se los llevaron a casa.

En Oporto los tejados de las casas son naranjas y las luces de un amarillo anaranjado. Me dijo C. que la ciudad tenía un aire decadente que no le acababa de gustar. A mí me recordó al aire decadente de Castilla la muy vieja. A casa, supongo, si es que casa significa algo en este momento.

Hay un tren nocturno que atraviesa media península. Son más de siete horas y media en una butaca un poco más amplia de lo normal. Allí nadie levanta demasiado la voz después de que apaguen las luces. Yo intento ver algo a través de la ventana. Intento aprenderme el camino de vuelta a casa.

Desde julio he buscado un sitio donde quedarme, una habitación lo suficientemente amplia, un piso razonablemente barato. Todos me dicen que soy demasiado joven, que no tengo contrato, que tengo contrato desde hace demasiado poco tiempo, que no es indefinido, que no soy del barrio, que mis padres tampoco son de allí. Y yo me pregunto si alguna vez habrá una casa a la que poder llamar casa.

El sábado el tipo que se hace cargo del piso donde vivo alquiló la habitación en la que duermo. Otro tipo se iba a quedar en el sofá azul del salón esperando a que yo me marchara, a que yo encontrara un lugar al que llamar casa. Durmió esa noche allí y después se marchó, resignado. Ahora solo está el gato encima del sofá. Y yo sigo buscando.

04. octubre 2011 por José Luis Merino
Categorías: General, Mis escritos, Reflexiones | Etiquetas: , , , | 1 comentarios

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