Engaño progresivo
Conozco a awixumayita antes de conocer a Adriana, antes de ver su timidez, esos ojos que nunca buscan los ojos del otro y escuchar el tenue hilo de voz que sale de su garganta. Y aunque hace un par de años que no coincidimos cuando supe que iba a presentar su último poemario, Engaño progresivo (Fundación Jorge Guillén, 2012) y supe que podía escaparme de Madrid para apenas 24 horas no dudé en organizar mi agenda e ir para allá.
C., D., E. y un servidor fuimos a la librería A pie de página de Valladolid (C/ Librería 13) y allí estaba Adriana, con altos tacones y un sobrio vestido negro y el libro rojo de Adri entre sus manos para leernos -algo nerviosa- algunos de sus poemas.
Creo que Engaño progresivo es lo mejor que he leído de Adriana, tal vez porque detrás está Eduardo Fraile realizando la tarea de editor, diciendo «esto sí, esto no Awi, no todo lo que uno escribe vale para ser publicado» o quizá porque Adriana, como el buen vino (de la Rioja), gana con los años.
Marie se tira por la ventana y minutos después alguien sale del cine. Es mil novecientos noventa y ocho y yo tengo diez años y quien nace hoy tiene trece, como los que tenía yo cuando empecé mi primer diario. Aún sin Internet. Avergonzada tanto por jugar –aún- con barbies. Nunca lo escribí. Que no lo sepa nadie. Mis barbies no sobrevivieron a Internet. No sobrevivieron a la literatura. No sobrevivieron a la adolescencia No hace mucho de mi vida antes de Google. Dos mil seis. Verano. Noche. Chat de Terra. Sala de autor en la categoría cine del chat de Terra. Madrugada. Una cuadrilla de freaks con niks pedantes improvisando guiones de madrugada. Antes de eso, la nada. Nadie sabía qué escuchaba si no le pasaba mix tapes. Qué retro te pones a finales de los noventa principio de los cien. Qué sientes ni qué me importa tu ruptura emocional tus versos gilipollas en blog. Tus estados de Facebook tus Tweets o tu estado civil. Mi vida antes de Google no rimaba/ ni siquiera conocía/ la poesía contemporánea. Mi vida antes de Google tenía sus noches, sus licores, sus despertares post virginales aún inexpertos sin foto Tuenti del día después como píldora anticonceptiva. Tenía libros de biblioteca; trabajos donde sí se citaba una fuente que no fuera la jodida Wikipedia. Mi vida antes de Google aspiraba a un futuro pero no a un presente. Sacar dinero de hasta debajo de los cojines del sofa´ para el último disco de los Red Hot o la súplica del “bájatelo de Internet” al colega friki que ya tenía novia por Internet y que aún sigue siendo virgen. Mi vida pre-Google conocía la intimidad sin necesidad de buscarla o evitarla. Mi vida antes de Google no necesitaba seudónimo porque era anónima con mi propio nombre. Mi vida antes de Google era menor de edad y no necesitaba Adsl para escribir mi intimidad de ficción bajo llave.
(‘Mi vida antes de Google’, Adriana Bañares, Engaño Progresivo)