Cuentos cada vez más cortos


Parecen de la misma edad, pero la mirada de ella que es una puerta, choca contra la mirada de él que es un pozo. Él está sentado y ella de pie en el pasillo del vagón. Él quizás vuelve del instituto porque va con la mochila. Ella también. Ella le ha mirado sin densidad, porque están el uno delante del otro y en algún momento iba a pasar. Él ya la estaba mirando, y en «la estaba mirando» está todo, porque después de ella ya no hay nada. Él parece uno más. Ella no es bonita, pero tiene una palabra escrita en la cara. Él deja de mirarla porque ya no quiere leer más rostros. Y en «deja de mirarla» está todo, porque él no quiere que haya nada, ya. Es tarde, y ésta es su parada.

(«Nada», Elena M., Cuentos cada vez más cortos, comanegra, 2011)

 

 

La fotografía es de Tetería LoQueLeo. Yo también creo que un Starbucks es un buen sitio para leer este libro. O el metro. O un banco frente a casa. O una tarde de domingo sin nada mejor que hacer.

05. septiembre 2012 por José Luis Merino
Categorías: General, Libros, Literatura, Narrativa | Etiquetas: , , | Deja un comentario

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