Mari Klinski
Conocí a Ainhoa Rebolledo hace dos años gracias a su (nuestra) obsesión por Nacho Vegas y fue una de esas conexiones extrañas y que no suceden por azar. En ese momento ella estaba cursando el Máster en Edición de la Pompeu, máster que yo me estaba planteando hacer el curso siguiente. Nada sucede por azar.
Después me mudé a Barcelona, nos conocimos, me regaló unos mapaches, me perdí sistemáticamente todos los saraos que ella ha montado (incluida la ya mítica «rave ilegal») pero aún así nos hemos seguido viendo a lo largo de mi etapa barcelonesa, aunque sobre todo intercambiando muchos emails (por dios, Ainhoa, no te compres un smartphone).
El 15 de marzo, dentro de un suspiro, publicará su primer libro (obsérvese que no he dicho novela) con Honolulu Books, una nueva editorial barcelonesa , bajo el título de Mari Klinski. Y hacía mucho que no veía una portada tan potente (y no, la de la foto no es Ainhoa).
Yo, como mucha otra gente en Barcelona, uso el servicio del bicing para ir al trabajo y cuando me he encontrado esta mañana con una bicicleta totalmente rota y he tenido que volver a dejarla para coger otra he pensado inmediatamente en lo mucho que me ha gustado Mari Klinski y en que debía reseñar hoy mismo el libro. Nada sucede por azar.
El libro son una serie de recuerdos y anécdotas pseudobiográficas que se articulan alrededor de la bicicleta como epicentro de los narrado, contado todo con ese estilo suyo tan característico (y que entiendo que a algunos saque de quicio): lleno de palabras en mayúsculas, ausencia de signos de puntuación y vocabulario juvenil salpicado de citas y referencias literarias y musicales. Ainhoa pura.
Pero no entienda el lector que es un libro complicado o con aspiraciones a ser algo más que una lectura ligera. Creo que es el libro más divertido y sin complicaciones que he leído en mucho tiempo, tanto es así que en el transcurso de su lectura solo miré una vez Facebook y dos veces mi correo y, para quien no lo sepa, eso es el mayor halago que yo puedo hacer a día de hoy.
no escucha si le TIMBRO –aka si le doy con el TIMBRE a tope– porque lleva auriculares, seguramente fuera escuchando CAMELA O SHAKIRA O MINIMAL DE MIERDA– (EH, pero si yo llevo auriculares, me caen 200€ de multa, eh, aunque vaya por mi camino, pero el FOOTINGUERO dominguero puede ir por mi carril con auriculares y no le pasa nada, un coche puede aparcar en un carril bici, con la radio puesta, que no le pasa nada, un coche puede hacer cualquier cosa menos poner gasolina con la radio puesta, eh) y entonces, al bordearle, tenemos que tener cuidado no vaya a ser que un coche a (preferentemente pero al final siempre van a 60) 50 kilómetros/hora no me ATROPELLE TRANSVERSALMENTE. con suerte, el coche en cuestión, se limitará a pegarme una PITADA –las bicicletas timbran, algunos coches PITAN, el resto tocan los cojones– que nos dejará temblando del susto. y el corredor seguirá tan tranquilo. a su rollo. ha. seguir tranquilo,
Corran a su librería más cercana y encárguenlo o escriban a Honolulu Books y pidan su ejemplar. No se arrepentirán.
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